20 de diciembre de 2009

El carnero romántico.

Mi abuelo tenía un carnero al que ataba a un árbol para que pastase. De este modo el animal veía limitada su alimentación a la hierba que crecía en el radio que abarcaba la cuerda. Y, como todo animal, en vez de conformarse con esto, su principal afán era comer la hierba que iba más allá de lo permitido, lo cual le llevaba en ocasiones, de tanto estirar la cuerda, al ahogo. Mi abuelo, que siempre observaba la acción reflexivo, le dijo una vez:

- ¿Por qué estiras de esa manera la cuerda si la hierba que hay más allá del círculo permitido es la misma que la que está dentro de él? En cualquier caso, algunas veces será mejor; pero en otras muchas, será peor.

El carnero, con el mismo gesto filosófico, le respondió:

- Tienes razón, pero la calidad de la hierba es lo de menos. Mantenerse dentro del círculo es la actitud clásica, y yo soy un carnero romántico y mi tendencia es la de ir más allá de lo conocido y trillado.

Con las mismas, mi abuelo, que con tal razonamiento se había visto totalmente desarmado, desató al carnero y lo dejó marchar.

26 de noviembre de 2009

Patologías actorales.

Cuando un director de cine decide llevar a la pantalla la adaptación de una novela, seguramente sin pretenderlo, está generando y potenciando una de las más comunes patalogías actorales: la del actor/actriz que asegura haberse quedado "impactado" la primera vez que leyó la novela cuya adaptación cinematográfica ha terminado de protagonizar. Siempre que pueden, al hablar de la gestación del film, el actor/actriz insiste en el gran shock que le supuso la lectura de la novela que el director le propuso; es tal su énfasis que, una vez vista la mediocre película, uno siente deseos de acercarse a la novela para comprobar si tiene algo más de sustancia que lo visto en el cine.
No estamos hablando, evidentemente, del Ulises de Joyce o de Crimen y Castigo, no, estamos hablando de novelas que en el mejor de los casos tuvieron una tirada máxima de cien ejemplares y cuyos autores no aparecen ni la entrada tres millones, si es que se les busca en Google. ¿Por qué, entonces, los actores hacen este tipo de declaraciones? ¿Es que son incapaces de dejar de actuar incluso cuando no hay cámaras delante? ¿Es que leen bastante menos de lo que su estatus cultural les presupone y cualquier novela que hile un par de párrafos amenos ya les suena a música celestial? ¿O es que tienen un cerebro tan idiotizado que piensan que todo lo que pasa por su lado, espontaneamente lo revisten con su aura de una magnificencia insuperable? Pues, si esto fuese una apuesta, desde esta redacción nos jugaríamos el dinero a que hay de todo un poco. Aunque, demostrarlo, ya no es tan fácil...

31 de octubre de 2009

Pío Baroja es ansí.

Un día antes de la noche de Difuntos, a mediados de los años cincuenta, moría Pío Baroja. Son cientos las citas que podrían destacarse del escritor vasco. Por reseñar alguna, en el cincuenta y tres aniversario de su muerte, desde la redacción de De lo malo malo..., reseñamos ésta que siempre nos ha hecho especial gracia (semos ansí): "Hay algunos fisiólogos que suponen que mientras la sutura frontal del cráneo no se cierra definitivamente, el cerebro puede seguir desarrollándose y creciendo. Sin duda a X esta sutura se le cerró pronto, cosa bastante frecuente entre los generales rusos y de los demás países."

5 de octubre de 2009

Mi abuelo decía... (X)

Mi abuelo era vecino de un hombre que todas las mañanas cruzaba la carretera principal del pueblo para ir al campo a trabajar. Era aquélla, la carretera principal del pueblo, vía de un único sentido; por lo que este hombre, instintivamente, miraba siempre en la dirección en la que venía los carros y los coches, y después, cuando se aseguraba de que la vía quedaba libre, cruzaba.
Un día, de buenas a primeras, la Dirección General de Carreteras cambió el sentido de la misma y el vecino de mi abuelo, al ir esa mañana a cruzar, confiado y sereno, murió arrollado por un camión. Por esto, mi abuelo decía que la rutina, si uno no está atento, puede matar...

8 de septiembre de 2009

Verano cargante.

Con el final del verano y la llegada de septiembre, uno, con cierto alivio, piensa siempre: otro verano superado. En esta redacción somos todos más dados al recogimiento otoñal que al esparcimiento festivo y playero del verano, y cuando, llegado septiembre, las mangas largas y los anuncios escolares vuelven a nuestras vidas y echamos la vista a los meses pasados, los últimos días de junio se nos figuran infinitamente remotos.
Parece que fue ayer cuando, recién estrenados los días de sol y temperaturas extremas, nos levantamos todos con la noticia de la muerte de Michael Jackson. Un chasco para aquellos que confiasen en la duración infinita del periodo estival, ya que, si el dios del pop se alejaba un poco más del resto de los mortales, quedaba claro que sobre la tierra no habría nada ni nadie que no estuviese condenado a fenecer, verano incluido. Un fastidio para algunos y un alivio para otros.
Que todo tienda a desmoronarse es el pensamiento más optimista con el que afrontar el noventa por ciento de las noticias que aparecen en los periódicos. No han colgado el cartel de “Cerrado por vacaciones” ni los golpes de estado ni los artefactos explosivos ni otros cientos de sucesos que a los sucesores de Darwin deberían hacerles pensar si el ser humano en vez de descender del mono más probablemente desciende de alguna especie ya extinta de cerdo carroñero y reptante. Sólo pensar que no hay mal que cien años dure puede consolar a aquellos que diariamente nos fatigamos al ver y oír las acciones y declaraciones de la mayor parte de mandatarios, allegados y otros figurantes de lo noticiable. Su extinción, como la de todos, es cuestión de tiempo, un asunto de futuro, casi de ciencia ficción.
No muy lejos de dicho género, este verano nos ha dado uno de los argumentos más brillantes nunca ideados: la trama de corrupción galáctica creada por la escritora De Cospedal. Un argumento que, a falta de mejor canción del verano, ha generado un run-run que, en boca del señor Rajoy, se ha convertido en la melodía más persistente y radiada de todo el verano. En esta misma línea de asuntos de futuro están las obras de mejora del transporte público madrileño. No se ha librado tampoco este dos mil nueve de los habituales cortes y retrasos estivales, tanto en tren como en metro. Llegará un día de septiembre, en una fecha probablemente más cercana de lo que cualquiera pueda imaginar, en que, después de tantas y tantas obras de mejora, el alcalde de turno nos anunciará que en la estación de Sol se ha instalado el primer teletransportador del mundo, a disposición de todos los ciudadanos madrileños y que por un leve incremento (uno más) en el abono transporte, permitirá que todos podamos viajar encapsulados a nuestras respectivas casas en menos de un minuto…
En el apartado deportivo (o en el económico, que en este caso, lo mismo da), resulta curioso comprobar como, sin haber comenzado aún la liga de fútbol, ha quedado ésta ya resuelta a golpe de talonario. Es la estrategia del señor Florentino Pérez, que bien merece ser protagonista de alguno de esos relatos bíblicos con moraleja en los que se ataca la presunción, la soberbia, la fanfarronería, etc., etc. Veremos en qué termina su segundo episodio de delirios de grandeza. Por otro lado, las apabullantes victorias de Usain Bolt en los mundiales de atletismo han servido no sólo para poner de relieve que competición y distensión no tienen porqué correr por calles paralelas, sino también para resaltar algo que ya se sospechaba: la idiotez en grado delictivo de algunos redactores de deportes. ¿Cómo se explica sino que en Cuatro, un día después de su victoria en los 100 metros, se le ocurriera al lumbreras de turno poner a correr por una calle empedrada de Madrid a cuatro jamaicanos que se habían encontrado deambulando por ahí cinco minutos antes? Hay que ser lerdo…
En fin, el verano agoniza y prueba de ello son los últimos estertores que nos escupe sin fuerza ni consistencia en forma de estrenos pseudoculturales: la última película de Isabel Coixet, cuyo título tiene más poder narrativo que el film completo, y el último disco de Pereza, un nuevo ejercicio de presunción en el que la forma siempre se impone al fondo, y deja claro que el hábito no hace al monje. En definitiva, por mucho que el termómetro no se decida a bajar: verano superado.

16 de agosto de 2009

La viñeta (VII)


6 de julio de 2009

El día del orgullo yonqui.

El pasado domingo, sentados en un banco de la glorieta de Embajadores, dos yonquis, uno cuarentón y otro de no más de veinte años, comentaban entre incrédulos y melancólicos, lo que había sucedido en la ciudad la tarde anterior:
- Yo estaré colgado, pero si nosotros fuésemos más organizados, seguro que podríamos desfilar por todo Madrid con la pasma a nuestro lado abriéndonos paso –decía el mayor.
- Fijo. Pero es un problema de organización. ¿Desde que hora llevamos aquí, esperando al de la kunda? Si es que no hay respeto ni entre nosotros, ¿cómo nos vamos a poner de acuerdo para organizar nada?
- Se llamaría “El día del orgullo yonqui” ¿Cómo suena?
- Mazo comercial. Y de carrozas y memeces, como si fuese esto el desfile de los Reyes Magos, nada de nada –se animó el joven.
- Sí, todos metidos en nuestras kundas o subidos a las vacas, haciendo caravana y dando golpes en la chapa. Con música de rumba a to’ pasto; quien tenga equipo, claro –continuaba sin levantar la cabeza del suelo el yonqui cuarentón.
- Si acaso unos cuantos “camellos”, para que no decaiga la fiesta… Por lo de los Reyes Magos, digo.
- Habría que ver fecha…Menos en verano, cualquiera. Con todo el calor y con las chaquetas de chándal puestas, no me jodas, nos puede dar algo…
- En entretiempo, que al personal le apetece más darse un garbeo.
- Hay que cavilarlo bien –continuaba el cuarentón-. Es un tema de promoción: si se enrollan los de la Mahou y podemos repartir a to’ quisqui latas de medio litro, el personal nos apoyaría a tope.
- Eso seguro. Y de confeti nada, trozos de papel Albal. Ya estoy viendo el titular: “Madrid se llena de papel aluminio” Solidario y vistoso a la vez, como tiene que ser.
- El problema, aparte de promotores, está también en que personas influyentes tomen parte en todo esto. Y yo no tengo ni agenda… Eso es lo más complicado…
Durante unos instantes guardaron silencio.
- Aunque pensándolo bien –apuntó levemente desencantado el yonqui mayor- ¿a quién le va a interesar el espectáculo de unos tipos como nosotros que no pesamos ni cincuenta kilos y tenemos pinta de haber visto a la muerte hace un segundo?
- Mira Michael Jackson, tenía todas las entradas para sus conciertos en Londres vendidas…
- Sí, visto así…
Un rato más estuvieron esperando a que la kunda apareciese, pero finalmente desistieron y trataron de parar un taxi. En vano, porque en la glorieta de Embajadores todo el mundo sabe que los taxistas no paran ni aunque les levante la mano San Pedro. Así, sin nada mejor que hacer, se fueron en busca de Boris Izaguirre. Estaban convencidos de que el venezolano, con tal de aparecer en cualquier evento, les diría que sí si le proponían inaugurar con sus palabras el desfile.

25 de junio de 2009

Tontos al mando.

Hace un par de días, guardando cola para entrar al Museo del Prado, una de las V2 (esa subespecie de vigilantes de seguridad que hacen las veces de bedeles de la administración pública; más cafres, si cabe) que controlaban el acceso de una de sus puertas, ante las continuas preguntas de los turistas extranjeros que trataban de informarse de los accesos a la exposición temporal, se quejaba insistentemente y con una grosería casi de porcino (si bien a éstos se les puede llegar a entender), de que todo el mundo le hablase en inglés. La tiparraca, acompañaba su enfado idiomático de aspavientos a izquierda y derecha que pastoreaban sin sentido a todo aquel que llegaba a su altura. Los turistas, diligentes, no dudaban en seguir el camino que la V2 les indicaba, y ella, reafirmada en su enfado, se erguía un poco, lo que su metro cincuenta le permitía, orgullosa de poder marcarle el camino a tanto turista atolondrado.
Esta noche, caminando por una de las calles del centro de Madrid, me he topado con el rodaje de un corto (aunque, por el número de profesionales que tomaban parte en el mismo, podría pensarse que se iba a rodar la segunda parte de Ben-Hur.) Al tratar de atravesar la calle, un chico del equipo de rodaje nos ha parado a otro hombre y a mí al grito de “Vamos a ensayar una escena del corto, no podéis pasar.” A lo que el hombre que iba a mi lado, muy sensatamente, le ha respondido: “Chico, voy a cenar, que me importa más que todo esto.” El chico le ha mirado entonces con una expresión más cercana a la soberbia que al asco, como si este hombre acabase de quemar el último ejemplar de Crimen y castigo; pero no le ha puesto resistencia, únicamente le ha respondido: “Pues rápido…” A lo que el hombre, animado por la situación, ha añadido: “Pasaré rápido si me sale de los cojones.” Sin más, ha cruzado el rodaje, y yo detrás de él. Una vez que nos hemos alejado, el hombre, mirando al frente, pero sabiendo que yo le escuchaba, ha apuntado: “No me jodas, si por lo menos hiciesen algo que mereciese la pena, me paraba, pero las mierdas que hacen estos memos no pueden llamarse cine. Y, menos, querer que nos paremos a verlas…”
Moraleja: en el Paseo de las Delicias, todas las mañanas, hay un hombre con un retraso cerebral manifiesto que se dedica desde la acera a dirigir, silbato en mano, el tráfico rodado. Los automovilistas y transeúntes, acostumbrados a su presencia, se lo toman a guasa y suelen soltarle algún que otro chascarrillo más o menos amable. Si del mismo modo, a los tontos encubiertos, se les distinguiera con tanta facilidad, nadie se tomaría muy en serio las indicaciones que una V2 o un aspirante a Tarantino pudieran darnos en medio de la vía pública.

27 de mayo de 2009

Nota de la redacción.

Estimados lectores, lamentamos informarles que nuestro efectivo equipo de reporteros, casualmente ha descubierto que el autor del que se presentaba como apasionante relato, Las andanzas de un matón venido a más, don Gerardo López-Mosquete, es también el autor de los editoriales que diariamente el presentador de Diario de la noche, en la que se imagina cadena pública, Telemadrid, al comienzo del programa, declama con un pesar y una torpeza que hacen sonrojarse a cualquiera al que no se le haya secado el riego cerebral. Por motivos obvios nos vemos obligados a suspender temporalmente la publicación mensual del coleccionable, a la espera de que una pronta lobotomía pueda devolver la sensatez y el juicio al, por otro lado, querido amigo, don Gerardo López-Mosquete.
En cualquier caso, dicha falta será reemplazada por nuevos y apasionantes contenidos que, esperamos, hagan las delicias de todos ustedes.

15 de abril de 2009

El coleccionable: "LAS ANDANZAS DE UN MATÓN VENIDO A MÁS" (1ª entrega.)

Amanecía un día de finales de marzo, tibio y despejado. El sol, que durante semanas había sido relegado por una incesante sucesión de sucios nubarrones, brillaba hoy, tímido y desconfiado. Muchos peatones, desconcertados por esta inesperada tregua, caminaban de igual modo, prevenidos e incrédulos, pero a la vez felices de que sus pasos no tuviesen que buscar esta mañana también la protección de alguna cornisa.
Uno de ellos, un tipo alto y pulcro, lo hacía a paso ligero, llevando consigo un paraguas plegado. “No debería haber cogido el paraguas hoy”, pensaba. “No tiene pinta de que vaya a llover”. Llegó a la esquina de San Bernardo con Gran Vía y giró hacia la derecha.
Cuando unos años atrás una conocida cadena hotelera se hizo con el centenario y ruinoso Hotel de San Luís, hubo algunos que, ante su inminente demolición y reforma, se manifestaron en contra de que del antiguo edificio de comienzos del XX sólo se hubiese decidido conservar en pie su fachada. El Ayuntamiento, al que principalmente se culpó de semejante torpeza, justificó dicha intervención con un par de precipitados informes, que insistían en el alarmante estado de ruina del inmueble y en la pronta demolición como solución más conveniente.
Durante esos meses de vaciado y reconstrucción, la fachada permaneció cubierta por inmensas lonas sobre las que se fueron publicitando decenas de estrenos cinematográficos. A nuestro hombre del paraguas plegado, dicha polémica le pasó completamente desapercibida, pero no así los cartelones publicitarios que cubrieron la fachada. Finalmente nunca se decidió a ver ninguna de las películas que allí se publicitaron, pero, aún así, estar al tanto de la cartelera, por si acaso alguna tarde optaba por ir al cine, durante esos meses, hizo que se sintiese en armonía con la oferta cultural de la ciudad.
Se detuvo antes de cruzar de acera y observó decididamente la fachada del hotel. Restaurada, monumental y fulgurante, se le hacía menos interesante que cubierta por los inmensos cartelones. Vista una vez ya no tendría porqué levantar la vista cada vez que pasase delante suya, pensó.
Entró en la cafetería del Hotel de San Luís por el acceso que se abre a Gran Vía, justo al lado de la puerta principal que conduce a la suntuosa recepción. A esa hora de la mañana, la cafetería apenas tenía tránsito. “Será que el desayuno a los huéspedes se sirve en otra sala”, pensó. “O que estos turistas europeos desayunan todos antes de las siete de la mañana…”.
Junto a los ventanales, en fingido desorden, cómodos butacones de fieltro color caramelo se arremolinaban entorno a una decena de mesas bajas. Al fondo, una escueta barra de perímetro ondulado, atendida por un camarero uniformado, presidía el espacio. Apoyado levemente en uno de sus taburetes, un hombre bien vestido, desplegaba ante sí un diario de información económica. El recién llegado supo nada más reparar en él, que aquel hombre era sin duda el desconocido con el que se había citado allí. En su llamada telefónica, el viernes anterior, un hombre que se había identificado como Ignacio Lafuente, le había insistido, no podía darle por teléfono muchas explicaciones: tenía un asunto que proponerle, conocía a Saldaña y, por discreción, prefería que no refiriese su llamada a nadie. El lunes, cuando se encontrasen en la cafetería del Hotel de San Luís, aseguró, le facilitaría todos los detalles.

12 de abril de 2009

Nota de la redacción.

Tras el éxito cosechado por la primera temporada del sainete de don Avelino Coll de la Mata, Las papeletas de la rifa, cuya continuación, tras las cuatro primeras exitosas entregas y ante el clamor de nuestros fieles lectores, verá la luz en meses venideros; desde la redacción de De lo malo malo... tenemos el placer de anunciarles que el próximo 15 de abril saldrá, también con una frecuencia mensual, el coleccionable, Las andanzas de un matón venido a más, un apasionante relato de intriga con el que nos premia el conocido novelista don Gerardo López-Mosquete, y que esperamos sea de su interés y agrado.

3 de abril de 2009

Mi abuelo decía... (IX)

Mi abuelo decía que se sentía feliz trabajando de sol a sol, ya que al llegar la noche, más que darle vueltas a preocupaciones e inquietudes, estaba tan molido que no podía pensar en otra cosa que en descansar. Estas reflexiones que aquí se transcriben son prueba de ello: todas son fruto de sus desvelos en las noches de domingo...

15 de marzo de 2009

La viñeta (VI)




4 de marzo de 2009

Devoción fotográfica.

Un devoto lector nos ha remitido una fotografía tomada en el mismo lugar donde el ilustre fundador de nuestra feliz gacetilla tomó aquélla que sirve de cabecera para la misma. Desde aquí nuestros más sinceros agradecimientos y el firme compromiso de, si en el futuro ofrecemos alguna promoción para la que haya que juntar decenas de cupones, evitarle semejante engorro y obsequiarle con el electrodoméstico de turno sin necesidad de juntar ni tan siquiera uno.
(Confiamos sinceramente también que nuestro devoto lector no pertenezca a esa plaga que actualmente invade las grandes urbes: jóvenes con inquietudes artísticas no canalizadas, que adquieren una potente cámara fotográfica -si es de segunda mano, mejor que mejor- y se echan a rodar por las calles en busca del recurrente detalle fragmentario y casual, pensando que dar a un botón equivale a haber pintado la Capilla Sixtina. Ya que, si es así, habría de juntar no sólo los cupones requeridos, sino cien más.)

17 de febrero de 2009

El Sainete: "LAS PAPELETAS DE LA RIFA" (Escena III.) (Segunda parte.)

Recordarán, queridos lectores, que en la primera parte de la Escena III de Las papeletas de la rifa dejábamos a punto de salir huyendo de escena a Ponce, presumible perdedor del duelo apenas iniciado con uno de los hermanos de la Vicenta. En ese momento, hace su aparición Catalina, origen de dicha disputa...
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CATALINA: ¡Alto todos! (Dirigiéndose a sus primos.) Cuadrilla de matones beodos.

HERMANO 1: ¡Catalina, ese bribón que a la Vicenta afrentó, de mi florete certero, huía!

CATALINA: ¡Calla, bodoque! Aparta de aquí, que a este caballero no existe florete que su prestancia toque.

HERMANO 2: El muy cobarde como una gallina en estampida corría…

VALENTÍN: (Recobrando la compostura.) No es cierto, ese es un insulto. Si corriendo me vieron, es por tratar de coger más impulso…

TESTIGO 1: ¿Puede señorita explicarnos aquí qué sucede?

CATALINA: Nada de importancia, caballeros, un tonto malentendido, (dirigiéndose a sus primos) que estos dos cabeza de membrillo han urdido.

TESTIGO 1: ¿Se anula, por tanto, el duelo?

VALENTÍN: (Envalentonado.) Será el único modo de que ese cretino no pegue con su cabeza en el suelo…

(Los dos HERMANOS tratan de agredir a VALENTÍN, pero son retenidos por los TESTIGOS y PONCE.)

TESTIGO 1: (Retirando los floretes a los duelistas.) ¡Tranquilidad, señores! Si esta señorita, parte implicada, así lo solicita, el duelo se anula de momento. Ahora, póngase ustedes de acuerdo para ver cuál de los dos nos paga a nosotros de este madrugón los pertinentes emolumentos…

PONCE: Por ese punto, caballeros, no se preocupen… Nuestra cartera no es de fuertes cerraduras.

TESTIGO 1: Si es así, por favor, háganos llegar sin IVA la factura…

PONCE: Así se hará.

TESTIGO 1: (Dirigiéndose a los dos HERMANOS) Ahora, si ustedes nos pueden acompañar…

(Resignados, los dos HERMANOS salen de escena junto a los TESTIGOS.)

PONCE: Valentín, querido amigo, de buena te has librado…

VALENTÍN: No subestimes mi gallardía, Ponce. Si golpes se hubiesen repartido, ese rufián se hubiese llevado más de once…

CATALINA: No es necesario, Valentín, que fanfarronee ante mí… Yo soy una pacifista, del siglo diecinueve, la primera “jipí”.

PONCE: Mejor será que nosotros también nos retiremos. Amenaza tormenta…

VALENTÍN: Vamos, pues, cerca de la Puerta de San Vicente, donde conozco jugosa venta.

(Salen los tres.)
Y, colorín colorado...

15 de enero de 2009

Nota de la Redacción.

Desde hace un par de semanas la redacción de De lo malo malo... viene observando que en los comentarios a sus entradas han tomado parte voces totalmente ajenas al grato público que habitualmente nos sigue, para publicitar, empleando enunciados automáticos y recurrentes, productos de moda y otras baratijas de baja estofa. Desde esta humilde redacción, ante la pereza que nos produce tener que suprimir uno por uno todos los comentarios no deseados, conminamos al causante de tan abstracto virus a que se aprovisione de unas cuantos botes de vaselina para que, mejor que saturarnos con sus memeces, se meta por el orificio anal (u "ojete") todos los bolsos y joyas que publicita. Gracias.
En otro orden de cosas, aprovechamos desde la redacción de De lo malo malo... para agradecer a nuestro fiel público la calurosa acogida que ha dispensado al sainetillo de don Avelino Coll de la Mata, Las papeletas de la rifa, y anticiparles que el próximo 17 de febrero será publicada la cuarta y última entrega de tan apasionante relato.

4 de enero de 2009

Mi abuelo decía... (VIII)


Mi abuelo decía que aquellos que pensaban que los fines de semana se habían hecho para divertirse, semanalmente perdían cinco oportunidades de pasarlo bien.
Así que, tengan ustedes en cuenta las palabras de mi abuelo y, para este 2009, no desperdicien la oportunidad de pasarlo bien todos los días.