20 de diciembre de 2009

El carnero romántico.

Mi abuelo tenía un carnero al que ataba a un árbol para que pastase. De este modo el animal veía limitada su alimentación a la hierba que crecía en el radio que abarcaba la cuerda. Y, como todo animal, en vez de conformarse con esto, su principal afán era comer la hierba que iba más allá de lo permitido, lo cual le llevaba en ocasiones, de tanto estirar la cuerda, al ahogo. Mi abuelo, que siempre observaba la acción reflexivo, le dijo una vez:

- ¿Por qué estiras de esa manera la cuerda si la hierba que hay más allá del círculo permitido es la misma que la que está dentro de él? En cualquier caso, algunas veces será mejor; pero en otras muchas, será peor.

El carnero, con el mismo gesto filosófico, le respondió:

- Tienes razón, pero la calidad de la hierba es lo de menos. Mantenerse dentro del círculo es la actitud clásica, y yo soy un carnero romántico y mi tendencia es la de ir más allá de lo conocido y trillado.

Con las mismas, mi abuelo, que con tal razonamiento se había visto totalmente desarmado, desató al carnero y lo dejó marchar.