8 de marzo de 2010

Borrachos al micrófono.

En la presentación de su última novela, El Asedio, decía Pérez-Reverte en relación a la clase política en el siglo XIX, que entonces "los políticos que formaban las Cortes eran parte de una élite cultural muy alejada del analfabetismo que profesa el gremio actualmente". Ante una afirmación como ésta uno no sabría muy bien qué pensar de no ser porque, unas páginas más allá de donde aparecen recogidas estas declaraciones, se recoge también la noticia de que Esperanza Aguirre, la patrona de la retórica chusca, ha declarado la fiesta de los toros Bien de Interés Cultural en la Comunidad de Madrid. Sino analfabetismo, como decía Pérez-Reverte, esta claro que, al menos, estulticia hay bastante.
Al hilo de este tipo de ocurrentes iniciativas, y también en relación al reciente positivo dado por Ignacio Uriarte, presidente de las Nuevas Generaciones del PP, en un control de alcoholemia (desde aquí nuestra solidaridad con todos aquellos que tienen algún tipo de vicio); sería interesante que junto al estrado y a los micrófonos que recogen la actualidad política, se situaran agentes de tráfico encargados de comprobar si el político de turno interviene borracho o no. De este modo se explicarían muchas declaraciones sin necesidad de tomarlas en consideración. Con un sencillo: "¡Está borracho!", el asunto quedaría zanjado.
Habría que tener en cuenta, eso sí, las distintas tasas de alcoholismo para cada uno de los políticos. En el caso de Cospedal, solidarios y compresivos como hemos de ser con aquellos a los que la naturaleza les ha dotado de una memez y una demagogia fuera de serie, la tasa habría que situarla un par de puntos por encima de la del resto.