20 de febrero de 2008

De garbeo por ARCO (o cómo el Arte Contemporáneo nos convierte en maletas.)

El pasado lunes se clausuraba la vigésimo séptima edición de ARCO. Más allá del que pueda justificar el contable de la empresa organizadora, perfectamente objetivo y cuantificable, todos los balances que de la misma se hagan, como la mayor parte de los escritos de retórica artística, resultan arbitrarios, huecos y, sobre todo, innecesarios. Aunque, obviando estas evidencias de las que somos conscientes, desde la redacción de De lo malo malo… nos vemos incapaces de negarle a semejante cita unas cuantas líneas.
Mamarrachadas, lo que se dice mamarrachadas, de ésas que llegas a casa y dices: “Joder, he visto en ARCO una cosa que… ¡Buf!” De ese tipo de engendros, lo cierto es que en esta edición no se exponían muchos. Esta claro que, como feria que es, según pasan las ediciones, lo que busca el que asiste a ella con un stand, es vender; y, cuanto más, mejor. Si a uno le da por pagar un buen dinero por un puestecillo en un mercado de barrio, y luego la mercancía que pregona es verdura podrida, díganme dónde está el negocio… Así, aberraciones que atentasen contra la capacidad mental del espectador, lo cierto es que esta edición no había demasiadas. Si acaso, lo más ofensivo que podía encontrarse, era la explicación de algunos galeristas engolando simples expresiones plásticas de contenidos y mensajes que atufaban a propaganda de crecepelos.
El poder terapéutico del arte, incluso en eventos desacralizados como éste, volvió a quedar más que probado. Llegué a la cita levemente descompuesto del estómago, pero al dar los primeros pasos por el pabellón, imbuido por el clima de solemnidad imperante, el rictus de seriedad y circunspección de los visitantes, especialmente en el momento de contemplar las obras, por el gesto de gravedad que sin pretenderlo se impuso también en mi rostro, hizo que, milagrosamente, mi leve descomposición deviniera en un agudo estreñimiento.
Quien buscase grabados de Chillida en la feria, lo tenía tan fácil como aquél que busca discos de Elton John en las tiendas de segunda mano. ¿Cuántas grabados realizó este escultor? Si esculpió tanto como grabó, ¿qué cordillera devastó completamente? ¿Cuántos cientos de tomos compondrán su catalogo razonado?... ¿O es que la organización de la feria regala a cada galería la copia de un grabado del artista sólo por participar? (Eso sí, con la obligación de exponerlo.) ¡Qué suerte la de aquellos visitantes apasionados de la abstracción geométrica más monótona y seca!
Muy positiva, también hay que reseñar la participación de Brasil como país invitado. Queda claro que, si por algún motivo en el futuro viajamos al país de la samba, mejor tratar de dislocarnos la espalda bailando, que perder el tiempo visitando sus galerías de arte.
En definitiva, cuando se celebra ARCO de lo que se trata es de asistir. Así que, desde aquí, ante la pregunta de rigor, hemos de responder: “Sí, estuvimos en ARCO”. Incluso, podemos añadir: “Y, sí, había menos mamarrachadas y tontunas que en la Pasarela Cibeles.”

2 comentarios:

Big dijo...

Sí, yo estuve allí.
Firmada: la mentirosa compulsiva!

Me encanta el arte pero no tengo ni idea.

Suerte!

El Optimista dijo...

Para futuras ediciones la organización está barajando la posibilidad de facilitar certificados de asistencia. A un precio módico, eso sí.