9 de enero de 2008

Año nuevo, termostato viejo.

El día de los Santos Inocentes la santa providencia nos obsequió con el estallido de una de las tuberías que abastece la caldera de casa. Como broma no está mal, pero como ya había reventado con anterioridad hace dos meses, las bromas que se repiten con demasiada frecuencia pierden gracia. E igual que sucedió la vez anterior, la rotura se produjo un viernes, aumentando el efecto de la broma al privarnos de agua caliente y de calefacción durante todo el fin de semana.
El frío lo combatimos con dos armas ajenas a este contratiempo: la plancha y el horno. Con el primero nos hemos ganado a todos los vecinos. Cuando me ofrecí a planchar la colada de cada uno de ellos, desconocía que en el primero vivía el dueño de una tintorería militar. Como no hice la mili, he asumido el planchado de los cientos de uniformes que el buen hombre me endosó, sin necesidad de manifestarme por el centro de Madrid, como un gesto de exaltación patriótica.
Por otro lado, para templar la cocina, hemos utilizado el horno hasta para calentar la leche. Tanto es así que hemos logrado devolverle a la desnatada toda la grasaza que los procesos químicos se afanan en rebajarle. De hecho, salía del horno con la textura de la cuajada…
Después de un destemplado fin de semana, el lunes, un momento antes de salir de viaje para pasar Nochevieja fuera de Madrid, llegó el técnico de la caldera y solucionó el problema hasta no se sabe qué otro fatídico viernes.
Pero la historia no acabó ahí. Al ir a hacer uso de la ducha del hotel donde pasábamos Nochevieja… ¡Oh, sorpresa! ¡Tampoco el agua caliente de la misma funcionaba! Una expresión como “termostato”, que pensé que en un apartado pueblo castellano no tenía por qué escuchar, continuaba a mi lado como una condena a perpetuidad. No perdimos la calma y, tranquilamente, accedimos a ducharnos en una habitación ajena a la nuestra; esta vez sí, con agua caliente.
La desafortunada coincidencia estoy seguro de que se debe al menosprecio continuo que hago de Björk. La artistaza esquimala, humanista inclasificable, seguro que también es bruja y con sus grandes poderes, se ha decidido a fastidiarme con una de las más infalibles armas laponas: el frío. Por si acaso, creo que voy a dejar de hablar de ella hasta que llegue el verano.
En fin, de lo malo malo, lo único que me alegra de este contratiempo es que también a Jouve, en el hotel castellano, le falló el agua caliente de la ducha. Imaginármele, a las siete y media de la mañana, antes de coger el coche para volver a Madrid, tiritando y maldiciendo a la alcachofa de la ducha, es de sobra un buen motivo para empezar con alegría el dos mil ocho.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Optimista,

Preocupa inmensamente su estado mental. Ayer en una cena alguien me habló de una persona de orígenes nórdicos que era medio bruja y medio drogadicta. También se habló de santeros. Esto último no tiene nada que ver con Bjork, pero yo lo relacioné y me imaginé a la susodicha abierta en canal mientras berreaba a modo de réquiem "human behaviour".

Me solidarizo con su compañero, si bien tengo entendido, que siempre ha tenido un buen par de pelotas.

Sin otro particular, un ferviente admirador de sus napias y de sus textos.

El Optimista dijo...

Estimado anónimo,

Su solidaridad con el señor Jouve, siendo éste tan poco dado a despertar las simpatías de cualquier ser civilizado, me hace sospechar de su identidad...

Rubén Moreno Castellanos dijo...

Pues yo creo, señor optimista, que lo que debería hacer es dejar de hacer honor a su nombre pensando que esa caldera funcionará bien algún día, y pensar en ir comprándose una guapa, guapa.

Mi padre se ha comprado una saunier duval que parece ir a las mil maravillas. Estaba harto de estar todos los inviernos con la misma matraca que usted y arreglando la caldera a puñetazos.

Anónimo dijo...

Oiga, Optimista, por si tiene otro ataque de angustía cuando le explote de nuevo el aparato ese que tiene colgado:

http://www.youtube.com/watch?v=F39RS3I0D0Y

Al fin y al cabo..somos tios normales.

Escriba más a menudo.
Un tirado de la vida.